La educación dentro de diez años
En la entrada de hoy voy a hablar de cómo me imagino la educación dentro de 10 años. Seguro que si muchos os ponéis a pensar en “la escuela del futuro” os viene una imagen como esta portada de El Semanal de hace unos años. El titular reza “este chico está en clase de matemáticas”, y aparece un joven equipado con unas gafas de realidad virtual en un espacio blanco y con un jersey azul que parece recién salido de un anuncio de Neutrex.
Dentro de diez años no habrá cambiado nada.
Partimos de la
base de que se sigue haciendo lo mismo que hace décadas y décadas. Los alumnos
están sentados en una silla con un pupitre delante y mirando una pizarra. Bueno,
esta pizarra puede que se haya convertido en una pantalla en la que se proyecta
un Power Point repleto de texto. Esto es lo único nuevo de los últimos años, la
introducción de las TIC. Hemos pasado de tener un profesor hablando,
escribiendo en pizarras negras con tiza, a pizarras blancas con rotulador, a
proyectar una serie de diapositivas en una pantalla o a utilizar vídeos, Youtube, etc. Qué digo, aún tenemos
pizarras negras y tiza. En cualquier caso, las TIC se están usando, sí, pero no sé si se están integrando en el currículo realmente.
Quizá dentro de
diez años se dé un cambio y sí que haya una mayor integración de las TIC en el currículo.
Pero, muy a mi pesar, si la educación como tal no ha cambiado en 50, 60 años o
más, dudo que vaya a cambiar de repente en diez. Y me refiero a un cambio de
verdad, que nos rompa los esquemas y nos haga pensar, dentro de diez años, que
lo que hacemos ahora está obsoleto, que cómo podíamos aprender/enseñar así.
Porque, ¿sabéis qué?, si mi abuelo ahora levantase la cabeza, realmente no vería
cambios significativos en la educación. Es verdad que las escuelas son más grandes, tienen muchos más recursos (incluyendo las TIC), y hay una mayor oferta
educativa y atención a la diversidad. Pero lo que es la esencia de la educación
sigue siendo igual: aulas, con sillas, mesas y pizarras, el profesor hablando y
los alumnos copiando.
La verdad, creo
que la imposibilidad de un cambio de tal magnitud se debe, en gran medida (si bien está claro que no es la única causa), a las
reticencias de los profesores a que cambie. Este sistema es un sistema
reproductivo permanentemente, en el que los cambios no se ven con buenos ojos. Pongo
por ejemplo una junta de evaluación o un claustro de profesores. Imaginaos que
de repente llega un profesor con una idea diferente e innovadora. ¿Qué creéis
que pasaría? La respuesta es bien sencilla: sería tachado de listillo. Quizá incluso de prepotente y
pretencioso por pensar que sabe más que sus compañeros. La innovación no es muy
popular, los grupos que innovan siempre son bastante minoritarios y frecuentemente se ven con
recelo. Puede que en la teoría sí que haya proyectos de innovación, pero en la
práctica, los profesores hacen lo de siempre. Los alumnos abren un libro, el
profesor explica su contenido como lleva explicándolo durante todos sus años de
docencia, los alumnos se lo tienen que estudiar y ya está. Y luego vuelta a
empezar. El aprendizaje significativo, la investigación, el ser autónomos
buscando información y transformándola en conocimiento, la integración
verdadera de las TIC en la docencia, todo eso, poco o nada.
Siempre es lo
mismo: en el examen pongo lo de siempre, el alumno que se lo estudie de memoria
(porque me gusta decirles que tienen que aprender
de verdad, que no quiero que me vomiten el contenido en un examen, pero, en la
práctica, empleo un método de evaluación y unos exámenes que es lo que
fomentan) y se acabó. A la semana siguiente nadie se acuerda de nada. Lo que es
significativo, competencial, la aplicación del conocimiento a la práctica, todo
eso se minimiza.
Hablamos de los cuatro pilares de la educación que Delors propone, y el que más potencia tiene,
ha tenido y seguirá teniendo es el aprender
a conocer. Pero aprender a conocer en términos de conocer una información
de memoria, no de dar las herramientas necesarias para transformar esa
información en conocimiento, para discriminar lo relevante de lo accesorio,
para discernir lo que son bulos sin fundamentación científica de lo que es un
conocimiento real. El aprender a hacer, el
aprender a vivir juntos y el aprender a ser quedan completamente
olvidados. Y es lo que os digo: si hay un colectivo resistente al cambio, es el
docente. En otros ámbitos de la vida, como en la medicina, por ejemplo, la
innovación se da por descontado, pero en la educación, no. Todo es estudiar de
memoria lo de siempre, y poco aprendizaje competencial e innovador.
Y ya que
estamos en un máster que nos enseña a ser profesores de educación secundaria,
me gustaría decir que esta resistencia a la innovación tiene una explicación. Aquí
en este máster nos encontramos gente de diferentes especialidades, de ámbitos
que a cada uno nos gustan per se: nos gusta el inglés, las matemáticas, la
música, la química, etc., pero no necesariamente nos gustan por enseñarlos
(aunque evidentemente hay casos que sí, que la docencia es vocación). Ahora
bien, estas personas que, como nosotros, son especialistas en un área concreta,
para ser profesor tienen que hacer un máster, que no nos enseña lo suficiente para saber enfrentarnos a una clase de adolescentes y todo lo que
eso supone. Entonces aquí se reúne un grupo de lo más heterogéneo con gustos,
habilidades y metas de lo más variadas y ¿qué aprendemos realmente? Vosotros
sabéis la respuesta.
Por ello,
cuando nos enfrentamos a una clase, no tenemos unos buenos recursos que
utilizar, y, para salir adelante, recordamos cómo nos enseñaron a nosotros, puesto
que es el recurso que tenemos más cercano: recordar lo que hicieron nuestros
profesores y reproducirlo. Así, es de esperar que no cambie nada, es lo natural
porque miramos hacia atrás y no hacia delante. ¿Cómo enseño yo? Como me
enseñaron a mí. Y esas personas enseñan como les enseñaron a ellos. La cadena
va hacia atrás, por lo que el progreso y la innovación nunca va a tener igual
fuerza que el retroceso.
Dicho todo
esto, me llenaría de alegría estar completamente equivocada y que, cuando en
2030 eche la vista atrás, vea que ha habido un cambio real y significativo. En cualquier
caso, mi mayor miedo en este momento es convertirme en todo lo que critico de
un docente, y lucharé para evitarlo y conseguir cambiar las cosas. Quizá mis
compañeros se sientan de la misma manera que yo, y en este momento se esté gestando
una nueva generación de docentes que conseguirán ese cambio. Por lo pronto, os
dejo con esta imagen de Mafalda, que me ha parecido muy acertada el día de hoy.
¡Qué maravilla de entrada! Te apoyo en todo lo que dices. Esperemos que las cosas cambien, empezando por el máster....
ResponderEliminarBuenísima aportación. Comparto todo lo que has escrito. Esperemos que las cosas cambien y se empiece a dar más importancia al aprendizaje realmente y no al pago de matrículas
ResponderEliminarQue gusto da leer esta entrada!! Que atinada para justamente el momento en que estamos! Te admiro por tu valentía, tu sinceridad y más viniendo de alguien que, doy fe, estudia a consciencia. Sólo puedo decir GRACIAS!!!
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